sábado, 12 de enero de 2013

Sobre la movilidad pública en Oaxaca de Juárez

Esta noche me puse a pensar en ciertas charlas que he tenido con gente que he conocido en mis viajes, las cuales han girado en torno a la ciudad de Oaxaca. Siempre que alguien me pregunta de dó soy, yo respondo que nací en Oaxaca; a lo que, casi siempre, sigue un elogio a la hermosura de dicha ciudad. No he de negar que Oaxaca de Juárez posee una arquitectura impresionantemente hermosa y escenarios que pueden maravillar sobremanera, mas, a mi parecer, eso es todo lo que puede ofrecer: una cara bonita y nada más. 

Muchas veces, platicando con amigos cercanos, he expresado tener una relación de amor-odio con Oaxaca de Juárez. Ésta fue la tierra donde nací y sé que nunca voy a dejar de amarla; sin embargo, es muy difícil para mí estar a gusto en ella durante más de un mes. Durante los últimos 3 años, comencé, por muchas razones, a moverme por diferentes ciudades de México y Estados Unidos. Estos viajes y estancias me permitieron observar la calidad de los servicios públicos, las políticas y las actitudes de los ciudadanos de  urbes que, a mí parecer, funcionan mucho mejor que Oaxaca.

Aquí voy a mencionar un aspecto que me ha llamado la atención esta semana: la calidad de la movilidad en Oaxaca de Juárez. Para empezar, les comparto que desde que tengo memoria, el transporte público de Oaxaca ha sido muy deficiente. Por un lado, la mayoría de operadores de autobuses eran (y tal vez aún haya quienes lo sigan siendo) muy groseros, vulgares, cínicos, ignorantes y un peligro al volante. Por otro lado, los taxistas urbanos siempre han exagerado con sus tarifas y, al igual que sus colegas, los taxistas suburbanos o, como ellos se hacen llamar, foráneos, han arrastrado por años el problema del excesivo número de concesiones para manejar un taxi que proporciona el gobierno municipal, situación que da lugar, año con año, al tan famoso bloqueo de taxistas en Oaxaca. 



Hermoso, ¿no? 
Miren, a la derecha sale el hospital donde nací.
Taxistas Foráneos
En el último trimestre de 2010, como parte de los cambios sustanciales  que decidí hacer en mi vida a mi regreso a México de Estados Unidos y en un ecological boom que tuve (ya no tan fuerte, pero aún continúo eco-friendly en lo que puedo), dejé de utilizar el deficiente transporte público de la capital del estado y comencé a moverme en bicicleta. En este periodo me di cuenta de que transitar por Oaxaca de Juárez en bicicleta es muy sencillo y más seguro que en otras ciudades (excepción hecha por la zona turística de Playa del Carmen y las áreas con carriles exclusivos para bicicletas en el Distrito Federal), además de que es muy divertido per se.

No obstante, en contadas ocasiones, he vuelto a utilizar alguno de estos sistemas de transporte y me he puesto a observar ciertos detalles que me llevaron a escribir esto. En primer lugar, me he dado cuenta de que las calles del centro de Oaxaca, al ser mantenidas por el municipio en su estado original, se han vuelto un espacio poco adecuado para el libre tránsito de autobuses grandes en dos carriles. Alguna vez, platicando con una amiga, comenté que sería muy bueno que las rutas de los autobuses cambiaran, de manera que las calles estrechas del centro no quedaran llenas de autos como sucede en horas pico. Por su parte, mi amiga me dijo que ella opinaba que incluir autobuses más pequeños, como los microbuses del Distrito Federal, sería una solución más viable que cambiar las rutas urbanas (ccp. Gabino Cué y José Antonio Estefan Garfias). 

En segundo lugar, a diferencia del sitema de autobuses de pasajeros de Chicago, Kalamazoo y Villahermosa, en Oaxaca, los autobuses no tienen un horario establecido con el que se controle la hora a la que deben estar en determinada parada de abordaje. Recuerdo con mucho gusto que cuando estaba en Chicago, los autobuses tenían sus rutas y horarios marcados en las paradas, lo cual hacía muy fáciles y cómodos su identificación y abordaje (así sí valía el dólar y quarter que valía el servico). De igual manera, en Villahermosa, donde el calor es en verdad insufrible, el transbus tenía su horario establecido y aparte tenía aire acondicionado. El control en los horarios de los autobuses hacía que los conductores respetaran las paradas establecidas y evitaba las famosas carreritas, a las que son tan aficionados los conductores oaxaqueños.  

En tercer lugar, si Oaxaca se ufana de ser una ciudad, no entiendo por qué los autobuses dejan de circular alrededor de las 20:30 ó 21:00 horas. En otras urbes, el sistema de autobuses deja de circular a las 22:00 ó 23:00 horas. Si se permitiera que los autobuses ofrecieran sus servicios hasta las 23:00 horas, mucha gente sería capaz de movilizarse desde lugares lejanos al centro de Oaxaca y así habría una mayor cantidad de trabajadores y, sobre todo, de visitantes, lo cual es siempre un importante estímulo para la economía de una ciudad (y más aún cuando la economía del lugar está basada en el turismo). De igual manera, al existir la posibilidad de transporte en autobus, mucha gente dejaría de gastar las enormes cantidades que los taxistas de la capital oaxaqueña cobran, y con ello, aquel dinero podría ser destinado a otros menesteres. 

En cuarto lugar, si los operadores de autobuses recibieran un salario por jornada y no por pasaje, como ahora ocurre, el servicio mejoraría en dos aspectos: 
1) Los autobuses no se atestarían de gente, como ahora lo permiten los conductores, ya que no habría razón para exceder el número de pasajeros que cómodamente caben en cada unidad con tal de conseguir más dinero. 
2) No habría razón para que el conductor, en su afán de conseguir más dinero de pasajes, detuviera la unidad por 15 miuntos o más en alguna zona de alta concentración de personas, como es el caso de la central de abastos (por cierto, este punto va de la mano con el referente al de la regulación de horarios).

En quinto lugar, y con respecto a los taxistas oaxqueños, diré que no puedo pedir más que se logre la regularización de las concesiones así como el precio de las tarifas que cobran (Ccp. Gabino Cué y José Antonio Estefan Garfias). Para este último punto, pongo de ejemplo al taxímetro utilizado en el Distrito Federal, el cual es un aparato que mide el importe a cobrar en relación a la distancia recorrida y al tiempo transcurrido. 

Como he dicho anteriormente, los problemas que existen en el sistema de transporte público en Oaxaca me hacen desear no utilizarlos nunca más. De momento me siento muy feliz de poder transitar por Oaxaca en bicicleta y no depender de ellos para moverme por mi pueblo. Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que no pueda ofrecer mis impresiones y las soluciones que he expuesto. Esto lo escribo pensando en que hay mucha gente que, por una u otra razón, no puede optar por otra forma de movilidad en la capital del estado, es por ellos y por mis anteriores experiencias que escribí la presente entrada/debraye. Espero que les haya gustado.   







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