domingo, 16 de junio de 2013

Debraye en la ducha o de la autoafirmación

Este debraye surgió a raíz de la siguiente confrontación seudodialéctica en mi cabeza:
-Oye, pero esas ideas están mal, son errores, son bastante heréticas (remitámonos a las segunda, tercera y cuarta definiciones de la palabra "hereje" que ofrece RAE); lo único que vas a lograr con ellas es quedarte solo.-

-Lo sé, y bien lo has dicho, ésas son mis ideas, soy yo quien va a vivir by them, seré yo el que hierre, seré yo que el se parta la madre y quien "arderá en la hoguera"; además créeme, he aprendido a estar bastante cómodo conmigo mismo-

Mientras me daba una ducha, me puse a pensar en el hecho de que tal diálogo fue, en realidad, una forma de autoafirmación de mí mismo y de mis "convicciones". Así fue cómo empecé a deducir que si dentro de nuestra cabeza-conciencia existe este mecanismo, esta vocecilla, que nos confronta, que se lanza con las antítesis de lo que se piensa o de lo que se desea, aquel sentimiento que tanto paraliza al común a actuar, ¿no será acaso que ésta no es sino un mecanismo de autoafirmación? 

¿Qué pasaría (y pasa) si en lugar de sucumbir al no eres tal, al no puedes tal de dicha vocecilla, el hombre se autoafirma en la tésis que se ha propuesto? Por ejemplo, supongamos que quiero emprender un negocio cualquiera. Tan pronto como la idea llega a mi cabeza, así de velozmente, también comienzan a llegar las dudas respecto al éxito del proyecto. A mi parecer, estas dudas, esta voz, son precisamente un mecanismo de autoafirmación de que sí puedo llevar a cabo y al éxito este proyecto a pesar de lo que se quiera oponer a ello. Así, el hombre ha encontrado una corriente contra la cual ir, en caso de que exógenamente no la haya (lo cual es bastante poco probable), la cual le ha de servir de impulso para llegar a realizar su propósito. 


Lo que a primera vista parece ser un mecanismo propio de autosabotaje, al parecer, es una de las herramientas más preciadas de las que se puede servir el ser humano: una manera de autoafirmación que no requiere elementos externos, una manera de llegar a realizar cualquier proyecto a pesar de los factores que se puedan atravesar en el camino. Supongo que dicha herramienta, bien utilizada, puede llegar a ser una de las cosas más valiosas dentro de la cabezota humana.  


Ahora, me permitiré exponer una hipótesis psicológica en relación a la autoafirmación humana que empecé a "rumiar" después de redactar lo anterior. 

Supóngase que todo actuar humano consciente obedece, más allá de cualquier otro aparente motivo, a la razón de ser una afirmación de la propia existencia. Teniendo esto en cuenta nos podemos acercar a la posible fuente del "malestar" de la existencia. 

Imaginemos que tenemos dos situaciones; por un lado, un ser que ha cobrado consciencia de su propia existencia en el universo y, por otro, el hecho de que el autoafirmarse le produce placer, ya que al hacerlo, la realidad que le confirma que la percepción de su existencia no es un error, que, efectivamente, es un ser que existe, es un ser que "es". 

Con el tiempo este placer se convierte en una imperante necesidad, la imperante necesidad humana. Una vez satisfecha dicha necesidad, ésta se extiende a todo aquello que nuestro ser humano cree que es y quiere confirmar. Así, tenemos un ser que no se contenta ya sólo con mostrarse a sí mismo que "es", sino que ahora, la necesidad es demostrarse, y de paso al mundo, qué es lo que es. Es este constante proceso de autoafirmación, que ocurre dentro de la cabezota humana, lo que en la realidad se expresa como el comportamiento de cada ser. De esta manera, tenemos diferentes "gustos", "caracteres", maneras de ser y de hacer. 

Hasta aquí, tenemos un ser que se hace "feliz" a sí mismo al autoafirmarse en la realidad, pero, ¿qué pasará cuando, por alguna razón, la imagen de sí mismo que quiere afirmar no es la que proyecta, o según él (porque hasta la propia percepción de lo que se cree que se afirma puede llegar a ser errónea en algunos casos), no lo es? Lo que pasa es que nace un pequeño malestar que le avisa a nuestro humano que algo no está bien, aquí me refiero a ese sentimiento de "falta de plenitud". Dicho malestar, nacido de la discrepancia entre lo que nuestro humano quisiera que su actuar proyectara y lo que éste proyecta, o lo que el humanito cree que proyecta, de no ser atendido, ya sea por imposibilidad de nuestra personita o porque ésta no se da cuenta, seguirá creciendo y será cada vez más pesado y más molesto. 

He aquí lo que a mi parecer, y después de "rumiar" el asunto en mi cabezota, es el origen del malestar de la existencia: un mero asunto de hacer, o no hacer, lo que, según cada persona, ha de afirmarle su propio SER a sí mismo, en primer lugar, y, después, ante la realidad misma. De ahí la importancia de prestar atención al hacer diario. 

Aquí dejo 4 preguntas que, opino, pueden ayudar en una tarea de autoexaminación: ¿Qué (creo que) soy? ¿Qué hago con el fin de autofirmarme que lo soy (con respecto a la respuesta de la primera cuestión)? ¿Estoy realmente proyectando lo que quiero proyectar? ¿Me gusta lo que (creo que) estoy proyectando?

Creo que la necesidad de obtener respuestas a estas preguntas se vuelve "necesaria", o al menos útil, en aquellos momentos de molestia con la vida propia cuando, aparentemente, no hay motivos para sentrise así. Además, creo que éstas son un buen combustible si se quiere comenzar un proceso de autovalorización.   


La conclusión a la que mi debraye me llevó podrá parecer una conclusión muy sintética, y en verdad lo es, pero a mí me ha parecido un muy buen ejercicio mental. Hombre, que me he "divertio" como crío al pensar y al redactar todo esto. 

¿Qué opinas tú? 

2 comentarios:

  1. Una zurda leyendo.

    Auto-sabotaje es lo que sucede muy a menudo, eso que pasa, que hace, que conlleva a que después nos terminemos quedando vacíos sin nada que valga la pena proyectar.

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  2. Muchas gracias por participar, Luvia.

    Con respecto a tu afirmación, cabría preguntarse dos cosas:
    1) ¿Hasta qué punto podríase afirmar que el hombre, por más superficial que llegue a ser, se ha quedado realmente vacío? Tal vez todas las cosas banales con las que una persona se queda sirven, de hecho, para llenar el hueco que una existencia autosaboteada ha creado.

    2) ¿Qué sí vale la pena proyectar? Este segundo punto tiene que ver, para mí, con la subjetividad humana, o como dicen por ahí: la basura de un hombre es el tesoro de otro.

    Muchos saludos y, de nuevo, gracias por tu comentario :)

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